martes, 21 de abril de 2009

Mamá, quiero ser Manolete (el de los fichajes)


En varias ocasiones, he estado tentado de liarme las mallas a la cabeza y dedicarme, profesionalmente, al idílico mundo del periodismo deportivo. ¿Razones? Múltiples y cautivadoras. Me encantaría abrirle la puerta a los futbolistas en el parking de sus respectivas ciudades deportivas. Cuando lo requirieran, iría a buscar a sus señoras a Sánchez Romero para llevarles las bolsas de la compra hasta el maletero del Grand Cherokee. Con suerte, algunos lunes compartiría con ellos debate y mantel en el Asador Donostiarra o Txistu. Se harían mis coleguillas, me invitarían a alguna copita en esas barras de moda, me reconfortarían con su franca amistad, ligaría...

Qué placer ver en la pantalla del móvil Agüero llamando, Messi llamando, Casillas llamando! Además, podría inventarme fichajes, ilusionar a las aficiones con estrellas, rumores, dimes y diretes, diseñar portadas fantasiosas infladas como bolas de bingo trucado ¡¡¡ Y nada ni nadie se querellaría contra mí!!

Porque en el periodismo deportivo todo vale, gratis total, más madera, el despiporre. Y sé de lo que hablo porque lo he visto y oído, como todo lo anteriormente expuesto. Se valora ser un lameculos en busca de confesiones (interesadas, cuando no puras intoxicaciones) de un futbolista o un agente, que luego escupes en la radio para dártelas de estar en el meollo; se pondera ser un pelota para que el directivo de turno te invite a una ración de jabugo y te venda humo sobre serpientes de verano (¿alguien recuerda el fichaje de Lothar Matthaus por el Real Madrid? Qué grandes tardes dio el alemán al club blanco, como Klismann, vaya); qué ilu tener dos bombos en casa: un lleno con nombres de clubes, el otro, con futbolistas. Meneas los dos y extraes una bola de cada.

De resultas, Roberto Baggio estaría a punto de acabar su carrera en el Logroñés, o la Juventus se habría fijado en aquel lateral del Español llamado Torres Mestre. No es fútbol ficción. Lo soltó (entre otros muchos de sus delirios) hace años, un tal Manolete en su bufonada nocturna de fichajes y especulaciones. Cómo siguen descojonándose de él sus pseudoamigos de las ondas. ¡Pero si hasta tenía una línea 902, publicitada en el diario As, para que le soplaras chismes si te topabas con algún presidente firmando contratos en servilletas de papel, por si oías algo mientras meabas al lado de una estrella en una discoteca, por si acaso, de vacaciones, intuías a lontananza la silueta de algún barcelonista en la cubierta del Pitina de Florentino!

Que me expliquen a mí si no es para ir al juzgado de guardia. De cárcel, vaya. Creo que Manolete y muchos como él (cierto enteradillo no paga nunca, nunca, en el Restaurante Portal, calle Doctor Castelo, y sus iniciales son R.G. alías invenciones a porrillo si me pagas a unas fabes) comen y beben de patilla allá donde van. Yo, como soy un poco puta y los ataques de ética duran poco, quiero entrar gratis en los estadios, glotonear en la zona vip del antepalco, inventar infundios, no pedir la cuenta, sobar a los futbolistas, empiparme con ellos.. ¡¡Mamá, quiero ser periodista (deportivo)!!

1 comentario:

  1. Da gusto poder confirmar(de primera mano) algo que uno ya tenia en mente: que el tema de los rumores y futuros fichajes funciona de forma tan asquerosa y garbancera como comentas.

    Viva la prensa deportiva! Viva!(y bravo)

    ResponderEliminar