sábado, 7 de noviembre de 2009

Autógrafos en Inoxcrom

Por Lola Dirceu
Ahora les toca escribir vocablos funestos en las páginas salmón: han entrado en bancarrota, insolvencia, crack. Los nuevos dueños, que compraron la empresa a las hermanas Vaqué por un euro, no ven final a tanta tragedia entintada.

Recuerdo perfectamente los Inoxcrom en mi época de pupitre y cartera de piel. Su bolita se deslizaba por la cuadrícula del cuaderno como una suave caricia, recorriendo el papel con la gracilidad de un mediofondista keniata. Con él en ristre, abordé a algunos mitos de los 80 en busca de su rúbrica. Iturriaga me mandó a la mierda tras perder de 25 con el Joventut; Corbalán fue más simpático un día tras ganar al Macabbi; Pocos años más tarde, Jesús Gil me firmaba con círculos consecutivos, inacabables y orondos, que acababan en su ombligo...

Muchos banderines que colgaban de la pared de mi cuarto, fueron autografiados con la misma marca de boli (el popular Bic no servía para inmortalizar grafías, por mucho que lo agitaras o le echaras el aliento). Tuve, rasgados por el gotelé, estandartes personalizados del Sevilla de Choya, Nimo y Paco Buyo; del Atleti de Alemao y Futre; del CDC Moscardó de mi barrio; del Toledo de los 70, del Granada, de la Sociedad Cultural Leonesa...

En Inoxcrom deben 24 millones de pavos. Si subastaran todos los míticos autógrafos que andan por ahí, si pidieran derechos de propiedad intelectual, seguro que enjugaban la deuda. Dentro de poco, a la puerta de los entrenamientos, un chaval se acercará a la ventanilla de Kaka o del Kun Agüero con un artilugio digital en la mano y suplicará: ¿Me firmas pulsando mi teclado?